Como por aquel entonces este tipo de trueques eran muy comunes el chico consiguió sus velas. Pero no sabía que este trueque iba a ser el principio de su desgraciada aventura. Paseaban por allí dos guardianes a los que se les había dado la orden de buscar a un muchacho que había robado un ferreruelo. Justo la misma capa que el acababa de cambiar. Al ver la operación, los guardianes procedieron a detenerlo y llevarlo al calabozo, ante las inservibles protestas del muchacho, Al volver el comerciante Somoza a la posada, vió que el muchacho no estaba y salió en su busca. Preguntó a comerciantes, viandantes y a cualquier persona que se encontraba a su paso, hasta que un tendero le indicó que había sido detenido un joven al que pillaron cambiando su capa (ferreruelo) por unas velas. Se dirigió a los calabozos de San Isidoro. Los guardianes le llevaron al oscuro calabozo, en el que apenas se podía ver nada. El muchacho al verlo, gritó : "Soy yo, yo, señor, soy yo." Pero Somoza, dada la poca luz que había dijo: no puede ser, el muchacho que yo busco es sordomudo. Y se fué.
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