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Eso que llaman progreso ha ido eliminando en León las tabernas, esos bares con sabor y personalidad, para sustituirlos por establecimientos más grandes, más luminosos, más horteras y más despersonalizados en los que en lugar de chicharrillo o jureles en escabeche se sirven sandwiches, hamburguesas y perritos calientes, productos todos ellos muy "vinculados" a nuestras tradiciones gastronómicas. Por ello, el Benito, debería ser declarado bien de interés cultural para evitar -si es que debe evitarse- su desaparición o reconversión en otra cosa distinta de lo que siempre ha sido, es decir, un lugar entrañable donde es posible la convivencia, el diálogo y hasta la conspiración, incluso en estos tiempos en que las libertades han convertido a aquel rojerío juvenil de los años franquistas en una pieza arqueológica o en un recurso para la nostalgia. Ignacio Aldecoa ambientó muchos de sus cuentos en bares como el Benito. Eran lugares de espartana y añeja decoración por los que el escritor hacía desfilar personajes estrafalarios, desheredados de la fortuna, angustiados, solitarios, pero todos con un profundo poso de humanidad y de solidaridad, que adquirían unas dimensiones entrañables en medio de la atmósfera espesa y humeante y agria que caracterizaba aquellas tabernas de principios de siglo. Por todo ello, en esta época de Windows´98 y de la telefonía móvil creo que es un lujo tener un establecimiento donde, sin demasiados esfuerzos olfativos, se puede percibir todavía el olor de los chicharrillos en escabeche y del buen vino tinto de la tierra, sin ningún relamo publicitario de Coca-Cola que desvíe nuestra atención y nuestro gusto. (Fuente: Diario de León. Autor: Angel María Fidalgo).
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